Todo empezó aquella tarde calurosa, a aquellas horas que
solo quedan en pié los sedientos…Y como no, un servidor, que por cuestiones del
Azar estaba tomando, ¿por qué no? un trago con el resto de los camaradas.
El salón de las 5 patas. El único establecimiento del pueblo
abierto a las 4 de la tarde para huir del calor… Allí, estábamos los de
siempre. Mi querido amigo George el tabernero, Willi Harper en la barra, Look
Stars y sus señoritas, y los hermanos Torres.
Look Stars tocaba la pianola sin mucho ánimo. Los clientes
que frecuentábamos en ese momento el local, no somos sus mayores seguidores. Lo
siento Look. Pero esto ya lo sabías.
Fue entonces, cuando escuché el vaivén oxidado de las
puertas. Al girarme vi la figura de un hombre alto, con un gran sombrero. Se
dirigió a la barra con paso firme. El suelo temblada con cada paso que daba
debido al tacón grueso de sus botas y el rechinar de las espuelas. Todos lo
mirábamos. Aquel hombre, era…simplemente…”el hombre”. Era de ese tipo de
personas que dejan huellas sobre el terreno más árido. Hubo un gran silencio en
el salón. El tiempo quedó ralentizado. Y él, era el sujeto de todas las
miradas. Se sentó en la barra deslizando sus dedos sobre el ala del sombrero
para colocárselo mejor.
-
Dame un trago de lo más fuerte que tengas. Y
dime dónde puedo encontrar al aguacil. Hay un trabajo para él.
Su voz me era familiar. Era una voz grave, pausada y clara.
Se me pasaron por la cabeza muchos antiguos vecinos nuestros. Buscaba el nombre
de esa voz. Pero no podía ser… no podía ser él.
-
No te veo haciendo ninguno de las dos cosas
Georgy.
-
¿Le conozco?
El camarero parecía igual de confuso que yo. El forastero
tenía la mirada fija hacia delante. Aunque no parecía mirar nada en concreto.
George se acercó hasta el individuo para poder mirarle el rostro que el
sombrero ocultaba parcialmente. El forastero se levantó el sombrero con un
toque de dedos y miró fijamente al camarero.
-
Antes me servía un trago de whisky nada más verme pasar tras las puertas del
salón. Pensé que me tendría mas cariño Georgy. Jé.
El forastero soltó una leve sonrisa de satisfacción y picardía.
Desde mi posición, podría jurar que éste le guiño un ojo cómplice a Georgy y
volvió a colocarse el sombrero. Le pude ver la cara por poco y tiempo. Y por
ese instante me pareció increíble creer de quien se trataba. Era más viejo, y
tenía una gran cicatriz atravesando su cara. Aún así. Parecía él, pero él... el
no podía ser.
A George se le puso una sonrisa de oreja a oreja por un
instante. Y luego, imagino, intentó disimular al ver que el resto del salón
estaba pendiente.
-
Yo le sirvo whisky a mucha gente cuando le veo
entrar por mis puertas. ¿Le pongo whisky entonces? Señor …
-
Puede llamarme Joil.
-
¿Joil? De acuerdo. ¿y qué le trae por aquí?
Joil.
-
Eso es solo asunto mío y del aguacil.
-
Entiendo, entiendo. Siento decirle que tenemos
un aguacil, novato. Depende del trabajo que busque puedo recomendarle más gente
del pueblo.
-
¿Un novato? Vaya, vaya… No sé por qué no me
sorprende. ¿y el sheriff?
-
El sheriff, es el hijo del antiguo sheriff. Ya
sabes cómo van estas cosas… si nadie quiere ser el nuevo sheriff… entonces
cogerá el puesto el hijo.
-
Si, se cómo funciona.
La charla siguió durante unas horas, y la taberna de las 5
patas empezó a llenarse de gente. Entre ellos el novato aguacil. Un hombre de
treinta y poco años que viene de la ciudad y cree que para llevar un pueblo,
con leyes y lógica es suficiente. Pero un pueblo hay que llevarlo con algo más
que eso. Éste siempre ha creído tenerlo todo bajo control, conocer a cada
persona del pueblo y aun así, no se dio cuenta de la presencia de un forastero
en el salón.
Joil esperó a que todos llevaran un par de copas más.
Después de un tiempo prudencial observando al aguacil, decidió ir a por él. Lo
acorraló en una esquina donde no llegaba bien la luz, lo suficiente para que no
los vieran.
-
El nuevo aguacil. No me esperaba a un tirilla
como tú.
-
Hola, mi nombre es Enrique Jackson, el aguacil
del pueblo.- contestó un poco aturdido por el alcohol que llevaba. ¿Y usted es?
-
Yo soy su nuevo jefe, Tengo un trabajo para
usted. Debe indicarme donde se encuentra nuestro querido sheriff normalmente y
por supuesto, su querido padre.
-
¿Y por qué iba a contarle yo eso a alguien que
no conozco? Puede que lleve un par de copas en lo alto, caballero, pero aun sé
que no he escuchado su nombre.
-
Mi nombre no le dirá demasiado. Aunque si
insistes puedes llamarme Joil.
-
¿Joil, qué?
-
Jé, no se da usted nunca por satisfecho. Joil
Turnner.
-
Turnner, Turnner, Turnner … no, lo cierto es que
no me dice demasiado.
La conversación duraba demasiado tiempo. El salón empezó a
darse cuenta del encuentro que estaba habiendo en aquella esquina. La música
cesó.
Todo el mundo guardaba silencio y miraba en dirección a la
entrada. El sheriff había entrado.
-
¿Dónde está el forastero? – Dijo el sheriff
haciéndose notar. Tenía una postura algo chulesca. Con las manos sobre las
pistolas.
-
Creo que preguntas por mí. Aunque yo de
forastero tengo poco.
Joil salió de entre la gente y se puso frente al sheriff.
Todo el mundo miraba, la tensión se sentía en el ambiente.
-
Pues no me suena tu cara. FO-RAS-TE-RO .
-
Igual de arrogante que tu padre. Y dime, ¿Qué
tal el viejo?
Los pueblerinos
empezaron a murmurar.
-
¿Quién eres? Aguacil, ¡Aguacil!
-
Dígame señor sheriff
-
Detenga a este hombre.
-
Eso sheriff, ya lo intentó su padre. El mató a
mi mujer y se quedó con mi hijo. Y he venido a retarle a un duelo.
-
El sheriff soy yo. Yo soy quien acepta los
duelos, no mi padre.
-
Pregúntale a él quien soy, y dígale que lo
espero mañana al amanecer junto a la tumba de Rosa.
Joil se dio media vuelta y salió con paso firme del bar.
La gente murmuraba mientras que Joil salía. Todos menos el
joven Sheriff sabían de quien se trataba.
A la mañana siguiente casi todo el pueblo se encontraba en
el cementerio. El sheriff llegó el último, y solo. No había rastro del padre de
éste.
-
¿Dónde está el antiguo sheriff? – preguntó Joil
con voz ruda ante la mirada de todo el pueblo.
-
Como le dije ayer, aquí el único que acepta
duelos soy yo.
-
Yo no voy a tirotearle.
La gente empezó a chillar, a correr. Cuando Joil intentó
girarse no pudo. Un hombre lo sujetaba.
-
¿Por la espalda Fred? Muy propio de ti.
-
¿Por qué has vuelto? Pensaba que todo estaba
claro. Te quiero fuera de mi pueblo.
-
Pero ya no es tu pueblo. Es del joven Sheriff.
-
Exacto Joil, y según las leyes del pueblo, éste
pertenece tanto al sheriff como a su familia inmediata. Y eso corresponde a mi
padre.
-
¿Has oído Fred? ¿Qué hacemos ahora?
Joil aprovechó un descuido de Fred para liberarse de él. Lo
empujó y este tropezó sobre uno de los ataúdes y cayó al suelo. La pistola que
sujetaba salió disparada lejos, fuera del alcance de Fred.
Joil sacó su colt y apuntó a Fred con ella.
-
Diselo tú,
o se lo diré yo. Díselo aquí sobre la tumba de su madre.
-
Fuiste un holgazán, un mal marido y un mal
padre. Y por tu culpa acabó todo como acabó.
-
¿De qué estáis hablando? – el sheriff no daba
crédito a lo que sucedía.
-
Yo soy tu padre. Y esté te robó de los brazos de
mi mujer y luego la mató. Y a mí me obligó a huir porque ni siquiera era capaz
de batirse en duelo conmigo. Dame una sola razón por la que no deba contarle el
resto.
-
Porque no pasó nada como tú crees. El hijo es mío.
Estuvo conmigo dos años antes del accidente. Te engaño siempre conmigo. Siento
que te enteres así.
-
Rézale a mi colt y ruega para que no te mate.
Rézalo sobre la tumba de rosa y .rez..
Joil despertó un día más solo. Había vuelto a tener la
pesadilla. Aun recuerda como no pudo matar a aquel… Pero ya había pasado de aquello alrededor de
50 años. Y Joil solo tenía fuerzas para rezar.
Con este relato pasé la tercera ronda.
Me tocó escribir un Spaghetti western bajo el título «Rézale a mi colt y ruega
para que no te mate»
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