No sin antes advertir, que todo es un sueño, y que como final para la historia no encontraréis más que un vacío, narraré en unas líneas lo que ocurrió cuando morí.
Y dije así “oh señor, ¿por qué me elegiste?, ¿por qué he de partir?
I
Y el sol se hizo luna y la luna cayó en una oscuridad que no
conseguía alcanzar la vista. Desperté sobre una superficie de maderas, boca
arriba, mirando al cielo. Las nubes se movían no sé muy bien hacia donde. Me
incorporé mareado, débil, y miré el horizonte, la fina línea que separaba el
mar del cielo. El sonido de unas gaviotas y el olor salado que acompañaba el
viento me hicieron sentirme en casa, a gusto y feliz.
Reí. “Así que es aquí” pensé mientras sacaba los pies por el
borde y los metía en las frías y transparentes aguas. Chapoteé feliz como un
niño. Y de entre las ondulaciones, y salpicaduras que mis pies inquietos
provocaban, empecé a observar. Allí abajo, había una figura que miraba. Dejé de
chapotear para ver mejor y observé a una mujer con unos ojos iluminados, y su pelo
ondulando como parte del mar. Saqué los pies y los apoyé sobre la madera para
ponerme de rodillas y asomarme mejor. Allí estaba, era cierto, había una mujer
mirándome desde el agua. Embobado me quedé mientras la mujer, despacio, y sin
dejar de mirarme, subía hacia la superficie.
Era hermosa. El agua le cubría por encima del pecho, y su
pelo, negro como el tizón, caía sobre sus hombros suavemente hasta unirse con
el mar. Sus ojos… no se decir con total certeza de que color eran, ya que
seguían brillando fuera del agua.
- Hola - dije sonriente a la mujer del agua. Pero ella no
sonrió. Giró la cabeza hacia un lado con gesto de confusión. Su expresión era
vigilante. Se acercó hasta el borde donde me encontraba, sin apartar la mirada
de mí. Sacó las manos lentamente del agua y la apoyó sobre mis manos. Noté
frio. Seguí embobado por su belleza.- ¿hola? – repetí, esta vez no muy seguro
de recibir respuesta alguna. Creo que no me entendía, no sería de por aquí. O
si, al fin y al cabo yo acaba de llegar, era yo el extranjero, aunque siempre
pensé que este lugar, si era lo que yo creía, tenía que ser algo “universal”
por llamarlo de alguna manera.
Bajé la mirada hasta sus manos y no pude creer lo que estaba
viendo. Tenían escamas en la mayor parte, y entre los dedos, que parecían más
bien garras, membranas. Quise apartar las manos, pero ni siquiera tuve fuerzas
para separarlas un palmo del suelo. La miré asustado. Ella solo movía la cabeza
erráticamente, con movimientos bruscos y rápidos. Tan rápidos que si fueran
unas imágenes desde un proyector, parecería que le faltaban fotogramas.
Su expresión de la cara no cambiaba demasiado. Siempre
vigilante, y atenta. Parecía analizar cada movimiento mío.
Mi cuerpo se helaba. Literalmente. Mis brazos se convertían
en hielo, y me paralizaba, pero no tanto por el frío sino más bien, me sentía
petrificado. Intenté mirar alrededor, intenté gritar, salvarme, pero fue
inútil. Con un gesto rápido y seguro ella tiró de mí. Mi cuerpo cayó pesado
como una roca y empecé a hundirme, inmóvil, y pude observar el resto de su
maravilloso cuerpo. Era impresionante, y terrorífico al mismo tiempo. Siendo
cuerpo de mujer, era también cuerpo de animal. No podría describirlo, no podría
explicar en qué parte acababa la persona y en qué parte empezaba el animal.
Seguí cayendo, girando sobre mí mismo y sin poder moverme lo
más mínimo. Llegué hasta las profundidades donde la oscuridad se hacía dueña del
océano. Me era imposible saber cuánto tiempo llevaba cayendo sin llegar a
ningún parte, ni cuánto iba a quedarme congelado.
“Voy al infierno”, era lo único que pasaba por mi cabeza. “¿Por
qué yo, señor? ¿He sido tan malo?” Por mi cabeza pasaba diapositiva a
diapositiva los pecados que había cometido. Estaba claro, había sido condenado
y esa mujer del agua era sin duda un esbirro del maligno.
Debí haber huido de ese ser. Pero... era tan hermosa…
¡Promete!, y mucho.
ResponderEliminarMe mantengo a la espera de la segunda parte :D
Gracias.
EliminarHabrá mas capítulo, te tendré informado. ;)